sábado, 22 de diciembre de 2012

Te convertiré en grito y en cristal

Creo que… sí, me gustaría romper las ventanas contigo. Gritar y romper las ventanas. Correr hasta no poder más, llegar al precipicio que une nuestras vidas y gritar hasta quedarnos afónicos. Al no poder hablar en un tono normal, deberemos hablar en suspiros. En susurros, en suspiros de voz que, curiosamente, clamaran un mensaje de magia.

Toco mis labios con los dedos, y creo, por una milésima de segundo, que mis dedos son tus labios. Con cuidado, los rozas, dejando partículas de aire microscópicas entre tus labios y los míos. Nos miramos, sonreímos. La timidez que siempre nos vencía en los momentos más decisivos ha dado paso a miradas que duran minutos, a inspecciones de columnas vertebrales, a besos dados con cuidado. Jugamos. Nos lo tomamos en serio. Nunca nos habíamos tomado tan en serio ir allí donde solíamos gritar cada semana. Cada viernes por la noche nos reuníamos, sin hablarlo, en lo alto de todo de Montjuïc, para volver a recordar todas aquellas tardes que nunca sucedieron juntos. Corríamos, gritábamos, nos besábamos. Hacía frío, y nos daba igual.

Mi corazón llora ahora mismo. Los ojos siempre aguantan.

Ya no queda nada de todo aquello.



Después de un tiempo, un tiempo muy largo, excesivo, he vuelto a las andadas. Después de perder la confianza en la escritura, la recuperé. A veces solo hace falta un empujón de aquellos quien menos te esperas o, simplemente, de las fuerzas de una misma para superar obstáculos. Me alegro de volver por estos mundos.
Han pasado demasiadas cosas desde que dejé los mundos del blog. Tantas, que será necesario una búsqueda interminable de maneras para materializarlas en palabras.
Bienvenidos, de nuevo.

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