miércoles, 22 de diciembre de 2010

Dicen que para que algo te vuelva a suceder, tienes que repetir exactamente lo que hiciste aquel día. Así lo hice ese verano. Repetí exactamente lo que hice el verano del 2005 para volver a encontrar esa sensación de felicidad que raras veces experimentaba. Lo copié, excepto con pequeñas, minúsculas variaciones. Quizás ese verano se me apareciera con pequeños cambios.


lunes, 13 de diciembre de 2010

Y sentir esa felicidad característica al hablar con esa persona que hace que te olvides de tus millones de problemas. Que hace que con un simple gesto, con una simple mirada, olvides que existe un mundo a tu alrededor. Que hace que pierdas la noción del tiempo, que hace que puedas hablar tres horas con él y te parezcan diez minutos. Que logra hacerte sonreír durante toda una tarde. Que hace que las distancias te parezcan absurdas. Que hace que prefieras un paisaje nevado y frío a un paisaje cálido y amable. Que hace que de ti salga todo lo bueno.

Una persona interesante, que hace que hablar tres horas del mismo tema sea un refugio en plena tempestad. Que provoca en ti el deseo de viajar con él hasta los confines del mundo. Que hace nacer en ti nuevos sentimientos y recuperar viejas sensaciones que creías que habían desaparecido dentro de ti. Esas sensaciones que creías haber soñado, pero en realidad habías vivido. Hacía tanto tiempo que no las sentías, que creías que no existían. Esa persona que hace que te pases todo un fin de semana pensando en él, desde los primeros cinco segundos al levantarte hasta los últimos cinco segundos antes de dormirte. Que hace que no pares de hacer fotos para ver si en alguna de ellas captas la esencia de su ser. Que hace que cada paisaje observado te recuerde a él, quizás sabiendo que él captaría la imagen para la eternidad. Que hace que quieras hacer mil y una cosas con él.




26.nou, Kinder.

viernes, 3 de diciembre de 2010

LOVELY.

El otro día pude presenciar una de las cosas más bonitas que a alguien le puede suceder.

Viernes por la mañana. En el instituto se celebraba la semana de la ciencia, que según mi profesor de filosofía, hasta la ciencia tiene un santo…
Yo hubiera estado contenta… si no hubiera estado en segundo de bachillerato, el curso en el cual tienes más faena que en toda tu vida junta. Así que prefería estar en casa avanzando trabajo que estar en el instituto sin hacer nada. La parte buena de la fiesta es que tenía una hora de patio, y podía charlar tranquilamente con mis amigos.
Hacía demasiado frío en aquel viernes gris de noviembre. Me quedé dentro del recinto con unas amigas, charlando sobre cómo nos había ido el examen de geografía hecho hacía pocos minutos. En las escaleras se encontraban sentados un chico y una chica que hacía pocos meses que se conocían. A simple vista, estaban hablando. Pero me detuve a observarlos. El chico le estaba cantando una canción a la chica con una guitarra.

Escena cómica, si tienes en cuenta que el chico tocaba dos acordes y se detenía, y diez segundos más tarde se disponía a tocar toda la canción, que acababa en fracaso al no tener nociones de guitarra.
Escena preciosa, si tienes en cuenta que ella sonreía, mirándole a los ojos, y pensando que ese era uno de los mejores INSTANTES de su vida. Y él se esforzaba por hacerla feliz, por hacerla SONREÍR.

Y, a mi parecer, la escena era encantadora. Encantador él. Encantadora ella. Encantadora la forma del chico para declararse. Encantadora la reacción de la chica ante la preocupación del chico.
Después de la canción, los dos empezaron a mirarse y a hablar más cerca de lo que una pareja de amigos haría. Los ojos de la chica brillaban más que el mar en verano. Se cogieron de las manos, y se hicieron una promesa, una promesa que debía durar para siempre. A continuación se besaron.

En aquel INSTANTE pensé en la suerte que ella tenía. Pensé, en mi mente adolescente, que me encantaría que un chico me tocase una canción, aunque no tuviese ni idea de tocar o de cantar. Porque lo que estaría dentro de su corazón importaría más que los hechos. Porque lo que llevaría dentro suyo sería un gran ARTISTA.
Y entonces empecé a pensar en mi chico ideal. Un artista, no importa qué arte le apasionara. Y todo lo que la palabra artista implica. Un chico sensible en los momentos oportunos, pero racional e inteligente en los instantes óptimos. Que le apasione viajar. Que le guste probar cosas nuevas. Un tipo revolucionario, que no le importe ir a contracorriente.

Y con una gran sonrisa esbozada en sus labios.

Cuando esta pareja rompa, este texto carecerá de sentido, perderá toda la magia que en un momento tuvo. Y quizás sea necesario borrarlo, hacer como si no hubiera pasado nada, y creer que todo lo que pasó fueron puras imaginaciones.

Añoraba estas reflexiones a pie de página. Estoy en la recta final de un largo y trimestre. Tengo la sensación de que llevo un año entero en el instituto cuando apenas llevo tres meses. Pero las pequeñas cosas, las pequeñas ilusiones, los pequeños sueños, las pequeñas esperanzas, las sonrisas y las carcajadas entre amigos son los que me hacen sobrevivir. Gracias a todos los que me han hecho reír este trimestre.