lunes, 25 de octubre de 2010


Desesperación y timidez es una combinación que nunca fue compatible. En mi caso estas dos sensaciones eran continuas. Desesperación por una parte, porque veía que él no mostraba el tipo de interés que yo quería que sintiese por mí, y timidez porque no me atrevía a decirle lo que sentía por él. Y Mark, su mejor amigo, siempre me aconsejaba sobre el tema. Él era una de las personas que más bien lo conocía en este mundo. Habían sido amigos desde párvulos, y se habían convertido en inseparables. Mark se había mudado hacia ya unos años a veinte kilómetros de la ciudad, pero esto hizo su relación en una amistad más estrecha. Mark siempre me ayudaba cuando estaba deprimida por su mejor amigo, cuando éste no me hacía caso o simplemente no se daba cuenta de lo que hacía por él. Mark siempre estaba allí cuando necesitaba cualquier cosa, y de tanto hablar de mis sentimientos con él, se había convertido en mi mejor amigo.

Sábado noche. Una tarde juntos, los tres. Una vez más, llegué a casa triste por él, que no me hacía el tipo de caso que yo quería. Me encerré en mi habitación, y cuando estaba a punto de derramar la primera lágrima por mis mejillas, Mark me llamó. Sabía exactamente lo que estaba sucediendo por mi mente en aquel momento.

- ¿Estás bien?
- Sí, pero ahora no tengo ganas de hablar. Te llamo mañana.

Mark era encantador llamándome preocupándose por mí. Entonces comprendí que nadie, nunca, en ningún lugar, había sido tan bueno conmigo como él. Me percaté de todo lo que había hecho por mí, y vi que sus acciones eran más que las de un buen amigo.

A veces hay que mirar las cosas desde diferentes puntos de vista. Había estado tan absorta en mis problemas, que no prestaba atención a lo que pasaba por la cabeza de Mark. Y pronto empecé a sentir por él lo mismo que él sentía por mí.



¡Empieza una semana tranquila! Fin de semana inspirador; me ha hecho escribir este texto, que como los otros, estan basados en hechos reales.

sábado, 2 de octubre de 2010

Intrucciones de vida

Coger un libro. Cerrar los ojos. Abrir el libro por cualquier página. Con el dedo índice, señalar cualquier parte de las dos páginas. Abrir los ojos. Leer la frase señalada, la cual se convertirá en una frase que te marcará la vida.