Toco mis labios con los dedos, y creo, por una milésima de
segundo, que mis dedos son tus labios. Con cuidado, los rozas, dejando
partículas de aire microscópicas entre tus labios y los míos. Nos miramos,
sonreímos. La timidez que siempre nos vencía en los momentos más decisivos ha
dado paso a miradas que duran minutos, a inspecciones de columnas vertebrales,
a besos dados con cuidado. Jugamos. Nos lo tomamos en serio. Nunca nos habíamos
tomado tan en serio ir allí donde solíamos gritar cada semana. Cada viernes por
la noche nos reuníamos, sin hablarlo, en lo alto de todo de Montjuïc, para
volver a recordar todas aquellas tardes que nunca sucedieron juntos. Corríamos,
gritábamos, nos besábamos. Hacía frío, y nos daba igual.
Mi corazón llora ahora mismo. Los ojos siempre aguantan.
Ya no queda nada de todo aquello.
Después de un tiempo, un tiempo muy largo, excesivo, he vuelto a las andadas. Después de perder la confianza en la escritura, la recuperé. A veces solo hace falta un empujón de aquellos quien menos te esperas o, simplemente, de las fuerzas de una misma para superar obstáculos. Me alegro de volver por estos mundos.
Han pasado demasiadas cosas desde que dejé los mundos del blog. Tantas, que será necesario una búsqueda interminable de maneras para materializarlas en palabras.
Bienvenidos, de nuevo.
Han pasado demasiadas cosas desde que dejé los mundos del blog. Tantas, que será necesario una búsqueda interminable de maneras para materializarlas en palabras.
Bienvenidos, de nuevo.
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